Tras ser objeto de una primera remodelación a comienzos de la década de 1980, este singular edificio de proporciones considerables y modulación rigurosa acomete una nueva reforma integral y a la par respetuosa con su esencia. Las líneas horizontales definidas por las “loggias” que envuelven la fachada en todo su perímetro caracterizan la imagen exterior del inmueble, por eso Cano Lasso identificó su estilo como “racionalismo clasicista que nos trae el recuerdo de la arquitectura italiana de los años treinta”.
El icónico edificio —con 13.991 m2 de superficie útil, distribuidos en tres plantas sobre rasante y un sótano bajo rasante de huella algo mayor—, está acompañado por una chimenea de ventilación del sótano cuya verticalidad ofrece un contrapunto a la imagen yacente de las oficinas. Sendas construcciones conviven en una parcela de 15.370 m2 con zonas ajardinadas, una terraza perimetral a la edificación y un aparcamiento exterior de más de 180 plazas.
La nueva propuesta de remodelación lleva la firma del arquitecto madrileño Carlos Lamela, quien también trata de respetar la identidad del proyecto original. Empty ha realizado un minucioso estudio de fachada tras el cual se ha decidido mantener el mármol blanco original mediante su restauración y anclaje a los dinteles de hormigón que descuelgan de los cantos de forjado. Del mismo modo, se completa el volumen del edificio mediante la construcción de una cubierta ligera sobre las tres crujías hasta ahora abiertas en planta segunda, ampliando de ese modo el espacio de oficinas en 900 m2.
Cabe destacar la considerable intervención estructural en el núcleo de comunicaciones principal, el cual se demuele por completo para sustituirlo por uno de estructura metálica por el desplazamiento de una crujía en uno de los patios interiores. Asimismo, se retiran las cubiertas de vidrio de los dos patios interiores que hasta ahora partían de la planta primera y ambos se prolongan para llevar luz natural hasta la planta baja.