El edificio, de planta circular, se abre completamente hacia el paisaje y se organiza en dos niveles. El inferior, semienterrado para minimizar su impacto en el paisaje, está destinado a la vinificación y se distribuye en una sala de tanques central abrazada por dos salas de barricas separadas según la añada. Este nivel, que mantiene una temperatura y humedad constantes, aloja también los cuartos técnicos y las zonas de servicio para los empleados. En el nivel superior se sitúan un espacio laboral, con ocho puestos de trabajo y sala de reuniones, y una zona social para catas más un módulo de servicio con cocina y baños. Un sistema de doble rampa, una interior y otra exterior, articula el recorrido de los visitantes por la bodega; y un atrio central conecta visualmente las zonas de producción y degustación.
La construcción apela a tres materiales principales: hormigón, metal y madera. Un gran vaso de hormigón armado semienterrado, descansa sobre una cimentación que se comporta como un barco sobre los terrenos arcillosos de la zona. Sobre esta losa de cimentación se asienta una estructura metálica. Los perfiles de acero laminado sujetan el nivel superior con un forjado de chapa colaborante.
Las paredes de hormigón reciben la estructura de 10 grandes pórticos de madera de la cubierta, un elemento arquitectónico en sí mismo cuya forma de casquete esférico alude al nombre de la bodega: el domo. La geometría recíproca de las vigas en madera de roble permite cubrir un vano de 30 metros sin soportes intermedios, generando un espacio diáfano y la apertura de un gran óculo de 6 metros de diámetro que ilumina la bodega y permite la ventilación natural, evacuando además el humo en caso de incendio.
El tejado se cubre con la teja local recuperada de la casa de aperos demolida para construir la nueva bodega, una condición necesaria para su integración en este enclave, declarado en 1999 Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en la categoría de paisaje cultural.